Sotiris Karamesinis es un director, investigador y profesor de teatro griego. Es conocido por su propio método de actuación, MUSA (sistema musical de actuación), un sistema único que se basa en el arte de la actuación antigua introduciendo la música en la preparación del papel del actor contemporáneo. Desde 2008 vive la mayor parte de su tiempo en Río de Janeiro. Dirige obras teatrales y enseña en escuelas de teatro y universidades cuando no organiza talleres y cursos de enseñanza de su método; pero, también prepara a actores de películas y series de televisión. Al mismo tiempo sigue con sus tareas de investigación, con ejerciendo su especialidad en la diplomacia cultural y las artes escénicas en el Laboratorio de Comunicación Estratégica y Medias del Departamento Internacional y Europeo de la Universidad del Pireo y en el Departamento de Teoría de Teatro en el Centro de Literatura y Artes de la Universidad UNIRIO, Río de Janeiro.

En 2008-09 dio un paso pionero al dirigir “Las bacantes” con el multi-premiado grupo de teatro «Nós do Morro» que ganó su reputación internacional por su contribución, en 2002, a la exitosa película «Ciudad de Dios”. De su vida y su vasta obra nos habla el propio Karamesinis en una larga entrevista al sitio anglófono Greek News Agenda, la cual reproducimos íntegramente en nuestras páginas.

¿Qué razones le incitaron a ir a vivir en Brasil y cuáles fueron los retos principales a los que tuvo enfrentarse una vez instalado ahí?

Me sucede muy a menudo que tenga que reiterar que Dioniso vive en Brasil. Los actores brasileños con los que trabajé al principio fueron 18 hombres y mujeres jóvenes entre 20 y 30 años de edad. La mayoría de ellos eran de origen afro-brasileño y habían crecido en esta comunidad con la cultura dionisíaca de la colinas de Río de Janeiro. Formaban parte del grupo de teatro legendario «Nós do Morro» (Nosotros, los de la colina). El grupo se dio a conocer por la participación de docenas de niños, adolescentes y jóvenes actores en la famosa película «Ciudad de Dios» de Fernando Meirelles.

En 2008, pude viajar a Río y los encontré; así comenzó nuestra cooperación. Este fue el primer intento -que yo sepa- de poner en escena la tragedia griega con un grupo de teatro comunitario en Brasil. Tuve que enseñar y explorar con ellos la obra “Las bacantes” porque la cultura que traen de sus hogares es dionisíaca y su relación con sus actos y la música orgánica e inmediata. A pesar de que su percepción de la tragedia antigua era prácticamente inexistente, en este caso resultó ser una factor a nuestro favor; ansiosos e impulsivos como eran, resultaron los mejores para mi visión de esta tragedia.

El primer desafío fundamental fue entonces poder presentarles el contexto histórico en que nació y floreció el teatro antiguo griego y hacerles comprender su importante papel en la democracia y la participación en la vida pública. También, resultó ser un reto para mí el tratar de mantener a los actores distanciados de las interpretaciones y conclusiones simplistas basadas en la ética cristiana con el fin de poder comprender y asimilar mejor un mundo pre-cristiano. Todas las cuestiones éticas y el lenguaje utilizado son heredados del pensamiento griego, pero los conceptos eran diferentes.

Otra cuestión igualmente importante es el problema de la traducción. Las traducciones de los textos clásicos son académicos y sirven para propósitos educativos, no están escritos para ser leídos y comprendidos por los actores y representados en un teatro. Por consiguiente, se trata de textos desconectados de la mente y emociones de los actores, lo que a su vez dificulta su percepción por el público; dificultad que tuve que resolver reemprendiendo la difícil tarea de volver a traducir los textos.

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Ha inventado su propio método de actuación, lo que usted mismo describe como un sistema musical de la actuación. ¿Qué le inspiró a crear su propia MUSA?

MUSA es un método de ejercicio, formación y preparación de los actores y composición de papel, utilizando la música como motor y fuerza catalizadores. Se trata de un método de actuación autónoma e integral, centrándose principalmente en aprender cómo utilizar la música como eje central de la composición de las escenas o los monólogos de un actor. Es un procedimiento psicotécnico que contribuye a la preparación emocional del actor enriqueciendo sus medios expresivos.

La creación de MUSA es el resultado de una larga investigación profundizando en la tragedia griega y su estrecha relación con la música. Teóricamente, se basa en la antigua ‘Teoría de la Ética de Música’. Mi experiencia personal en la improvisación musical en representaciones y cursos teatrales me ha dado un poco de espacio para experimentar e investigar sobre ese tema. Por lo tanto, me he dedicado durante más de una década a trabajar, desarrollar y organizar los medios de reintroducción de la música en el arte de la actuación. Durante estos años, mi sistema ha sido enriquecido por una gran cantidad de fuentes teóricas y prácticas a través de un diálogo continuo con los grandes maestros del pasado teatral, compositores, intérpretes y otras fuentes de los ámbitos de la música y el teatro, así como diversos estudios sobre la antropología del teatro, la actuación y sus rituales.

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En realidad, mi método surgió de una necesidad de crear mis propias herramientas con el fin de compartir un nuevo código de trabajo con mis actores para la homogeneidad estética y funcionalidad de un sistema de preparación muy distinto, que conduce a un efecto estético también muy especial. Mi manera de aprender y hacer algo mío es volver a descubrirlo yo mismo. No conozco otra forma de aprendizaje: siempre hay que reinventar todo desde cero, y el hilo de mi Ariadna para encontrar mi propio camino fue la música.

¿Cuál considera usted que sea la contribución del drama griego al teatro contemporáneo? ¿Cómo ha afectado a su propia posición como director griego en un país extranjero?

El drama griego antiguo es una gran e irremplazable escuela para los actores y un campo de entrenamiento eficaz para el cuerpo, la voz y todos los medios expresivos a nuestra disposición. En la Grecia moderna tenemos una larga tradición al respecto, con varias generaciones de actores y directores excepcionales que han dedicado su vida a estudiar, trabajar y perfeccionar este género. Quien quiera enfrentarse a textos existenciales, incluso en el teatro o el cine contemporáneos, debe primero ponerse a dialogar con los mitos y los personajes del drama griego. Tienen para los actores el mismo valor que los estudios de piano clásico para la educación de un pianista, aunque más adelante él podría elegir tocar el jazz; el teatro griego pone los cimientos para los actores.

Debido a mi origen y mi amor por el teatro griego, la mayor parte de mi trabajo se relaciona con ello, es inevitable. …Donde quiera que vaya, haga lo que haga, mis orígenes griegos en combinación con mis intereses como director y maestro me llevan siempre a Grecia. La mayor parte de las obras de teatro que he presentado en Brasil son tragedias, las conferencias, los talleres, incluso la forma de cómo aprendí el portugués, todo está relacionado con mi contacto constante con la representación, traducción y enseñanza de esos textos.

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Este es mi contacto diario con Grecia a la que siempre echo de menos; es algo como una bendición y a la vez una gran responsabilidad. Puesto que el Estado griego oficial no existe fuera del territorio griego, en temas de cultura y lengua toda la responsabilidad y presión cae sobre nosotros pocos que nos encontramos en tal posición. Yo estoy trabajando en América Latina, tal vez otro lo hace en África, otro en alguna parte de Asia, en soledad absoluta, embarcados en nuestra misión y con una carga muy pesada que llevamos sobre nuestras espaldas.

Dado que usted es un Asociado de Investigación especializado en la Diplomacia Cultural y las Artes Escénicas en la Universidad del Pireo, ¿cree que el arte puede contribuir a reinventar la imagen nacional de Grecia?

El poder de los artistas griegos radica en el diálogo continuo entre el pasado, en el que se extienden los orígenes de la civilización occidental, y la realidad moderna. Es lo que nos define, es parte de nuestra identidad y, en cierto modo, de nuestra misión. Se trata de un proceso existencial, dinámico y a veces agresivo, sobre todo, cuando uno vive en Grecia. La incuestionable influencia de la estética y creación artística de nuestros antepasados a menudo se convierte en una carga insoportable, una experiencia devastadora para el artista de hoy. Sin embargo, cuando vivimos y creamos en el extranjero, nuestra relación constante con la antigüedad, -que estamos destinados a seguirla y a llevarla un paso más adelante-, es la que conforma nuestra individualidad y nos inspira confianza, ayudándonos a articular un discurso artístico sustancial.

Para bien o para mal, la imagen de la Grecia moderna se compara constantemente con su pasado glorioso. Sin embargo, una aproximación más realista nos revela cuán desastrosamente mal hemos gestionado nuestro patrimonio. A pesar de ello y utilizando los términos de la diplomacia cultural, los artistas griegos, investigadores y científicos innovadores y, en general, todos los que de una manera u otra han sido consagrados fuera de Grecia, actúan como embajadores difundiendo una imagen diferente de nuestro país; es decir aquella que todos los admiradores fervientes de la civilización griega les gustaría mantener viva. Esta es la Grecia que millones de personas en todo el mundo desean visitar y conocer; y eso es lo que debería ser nuestra preocupación principal.

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Un país de adicción estéril al pasado y al nacionalismo no interesa a nadie; tampoco un país de folklore desvalorizado o un mar Egeo o Jónico llenos de hidrocarburos e industria pesada. Quieren conocer un país que mantiene vivo el espíritu y la bondad del pasado, que considera al hombre como medida de todo; un país cuyos ciudadanos son considerados pioneros en la educación, el arte, el humanismo, la ética, la dignidad, la democracia, la investigación y el pensamiento científico y filosófico; en definitiva, una nación que preserva la armonía con la naturaleza y sigue adorando la belleza, una virtud malinterpretada a cuyo servicio sigue todvía el arte auténtico.

¿Cuáles son sus planes y ambiciones futuros? ¿Hay algún proyecto artístico en marcha?

Mi deseo es realizar algunas representaciones teatrales más en Grecia. Después de todos estos años de trabajo en el extranjero y con la experiencia que he adquirido, creo que tengo mucho que compartir y muchas nuevas ideas a incorporar en mi trabajo artístico. Además, echo de menos dirigir en mi país, en mi idioma, interactuando con viejos y nuevos amigos y socios. Con el tiempo, aspiro a crear un equipo de actores de Grecia y Brasil que opere sobre la base de un código de trabajo común que podría ser posible gracias a MUSA, mi método personal de actuación. Durante mucho tiempo he estado planeando poner en escena obras de teatro bilingües y talleres de investigación y enseñanza conjuntas que se pongan en marcha en Grecia y luego en Brasil. Sin embargo, un proyecto tan ambicioso requiere el apoyo y la financiación de una institución o autoridad culturales, interesadas en la creación y exportación de un producto artístico con características internacionales.

Mi segunda ambición, que podría ser realizable a corto plazo, es presentar y compartir todo este valioso conocimiento y experiencia del MUSA con otros países, aparte de Grecia y Brasil. Me gustaría, por ejemplo, embarcarme en una aventura de enseñanza del sistema MUSA en los EE.UU, mediante una serie de seminarios y talleres en universidades, escuelas y grupos de teatro. Creo que algo así contribuiría a la realización no solo del teatro clásico, sino también del teatro moderno, el cine o incluso la televisión. A mi juicio, la combinación del arte de teatro antiguo con la actuación moderna atraería a una gran audiencia en todas partes.

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