Daniel Mordzinski (Buenos Aires, 1960) vive en París desde 1980 y es conocido popularmente como el ´fotógrafo de los escritores´ porque trabaja desde hace más de treinta años en un ambicioso «atlas humano» de la literatura española y latinoamericana.

¿Usted es conocido como «el fotógrafo de los escritores» ¿cuál es el proceso que sigue usted para preparase antes de tomar la foto de un escritor?
La primera vez que escuché esa definición de ´fotógrafo de los escritores´, primero sonreí, después me sonrojé y luego curé de no utilizarla nunca yo mismo. Hoy creo que he caído en el pecado de la facilidad, porque es cierto que es también elogioso. La verdad es que mi preparación consiste en no olvidar cosas muy importantes como el respeto por la persona, no olvidar que detrás de ese escritor o esa escritora hay un hombre, una mujer que han trabajado mucho para escribir un libro, y que muchas veces se olvida de lo fundamental que es el ser humano. Luego, claro está mi propia propuesta. Yo creo que la mejor manera de sacar a un escritor de su pose de escritor es proponerle una nueva pose que poco tenga que ver con el lugar común que es el escritor y la biblioteca, el escritor y sus libros. Evidentemente, con un enorme imaginario que sí tiene que ver con la literatura. Pero, a mí me interesa mucho más ver a Leonardo Padura con el mar de fondo, con estas palmeras. Si bien es una foto que tomé en Cartagena de Indias, perfectamente podría haber sido en la Habana que en una biblioteca. Y es mi propuesta, no quiero decir que sea mejor o que sea peor, pero, yo creo que nuestras fotografías reflejan quienes somos. Y es una persona que tiene humor y entonces mis fotografías tienen humor. Hay una mirada personal que puede ser usada pero siempre respetuosa, inclusivo cuando fotografío a un escritor en un cementerio o una escritora desnuda.
Usted trabajaba como corresponsal en Israel para las agencias Media Images y Sipa Press, con sólo 22 años ¿Fue esta experiencia la que le inspiró cómo artista?
Llevo 35 años fotografiando escritores y los últimos años que estoy viviendo un momento dulce, que es una manera humilde de decir que me va bien en la medida que tengo la libertad de escoger el proyecto que voy a hacer y que me proponen libros y exposiciones. Muchas veces tratan de contraponer mi faceta expresiva, para decirlo de alguna manera de mi faceta periodística. Yo estoy muy orgulloso de mi faceta de periodista. Yo le debo muchísimo al periodismo. El periodismo me dio por ejemplo la capacidad de trabajar rápidamente, de entrar a un ambiente que no conozco, hacer un pequeño gesto panorámico y decidir en función de dónde está la ventana, de dónde viene la luz, de cuál es el mejor lugar para retratar a esta persona. Claro que a veces me equivoco y me sale mal, pero en general lo hago a mucha velocidad. Y eso se agradece porque me puedo concentrar en lo esencial que es, insisto, lo que te comentaba antes, escuchar a la persona. Si a mí me preguntan cuánto tiempo necesito para hacer la foto y me dan 20 minutos, yo prefiero estar, por ejemplo, 19 hablando con la persona y sobre todo escuchándola, y un minuto para hacer la foto. Ese minuto puedo hacerlo rápidamente gracias al periodismo. Otra cosa muy importante que me dio el periodismo es no dejarme intimidar por la gente que voy a retratar. Si te dejas intimidar, eso te paraliza. Yo intento pornerlo todo en mi lado, para sentirme lo más libre posible.
¿Cuál de los escritores famosos que ha retratado le causó la mayor impresión?
La verdad es que sería imposible escoger a uno. Creo que hay datos concretos que son fundamentales, como que mi primer escritor retratado fue Borges, el mejor escritor argentino el cual ha escrito un relato, que luego fue un libro, que es “El Aleph”, que también es la primera letra en el abecedario griego. O sea, el hecho de que todo haya comenzado en una letra, que es tan importante para mí, no puede ser casual, hay una noción metafórica. Borges fue el primero, pero al poco tiempo retraté tal vez al escritor que más contó en mi vida, Julio Cortazar, un escritor que amo profundamente y que también tuve la suerte de conocer.
Dado su origen argentino y su presencia en Grecia, aunque sólo por dos días, ¿puede usted encontrar algunas similitudes y diferencias entre los dos pueblos, dado que han sufrido ambos de una crisis económica, Grecia más recientemente que Argentina?
Yo creo en el compromiso del ser humano, en el compromiso cívico de una persona, pero no neceseriamente en el del artista. Vivimos en una época donde se pretende que el artista tenga una opinión sobre todo. Tú puedes escribir muy bien un libro, puedes sacar fotos que te salgan y no necesariamente tener una opinión sobre cada uno de los temas. No lo digo para escaparme. Dicho esto, evidentemente cuando eres argentino y has vivido más de una crisis, uno aprende a relativizar las cosas. Lo que yo puedo decir es que nadie nos puede quitar el derecho a ser optimistas. Creo que el modelo argentino, la salida de la crisis argentina debe también servir como señal de esperanza, que si creemos en los sueños, podemos salir de la crisis. Pienso, sostengo que en la dimensión moral de una crisis, eso es fundamental. Si caemos en la depresión la economía no va a salir adelante. Lo que yo siento, en estas pocas horas que estoy en Grecia, es que la gente está deprimida. El primer factor que hay que quebrar para salir de la crisis es el moral, el subjetivo. Debemos creer que es posible salir, y luego, claro, evidentemente tenemos que ayudar o o ser ayudado por medidas que nos permitan salir de la crisis. 

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