Babis Golés, uno de los principales representantes del resurgimiento de la música rebética falleció hace poco días a los 68 años. Su maestría en el buzuki, su singular interpretación expresiva de las canciones y sobre todo su contribución a la interacción entre el rebético clásico y la canción popular contemporánea le han valido el rápido reconocimiento y una excepcional carrera musical. 
Nacido en 1947 en la ciudad de  Patrás, Golés era un músico autodidacta que comenzó a tocar la guitarra y el laúd a los ocho años y poco más tarde, a los doce, el buzuki. Tenía un conocimiento profundo del repertorio de los discos de 78 rpm (el primer formato de grabación musical en discos para gramófono), lo que le llevó a recuperar muchas canciones olvidadas de entre una amplia gama de géneros, que abarcaba desde los distintos tipos del rebético hasta la serenata y muchas otras canciones populares que se habían registrado en discos de 78 rpm y se habían perdido a lo largo de los años. 
En 1964 hizo su primera aparición profesional en Patrás, pero es a principios de los ochenta cuando irrumpe con fuerza en la escena musical griega con la compañía «Los chicos de Patrás» lanzando, al mismo tiempo, en 1982, su primer álbum personal. En toda su trayectoria musical ha conseguido sacar 25 discos registrando en ellos un total de 300 canciones entre tradicionales y originales. 
Unas palabras sobre el rebético  
El rebético es un género musical griego cuyas raíces se remontan a la música griega de mediados del siglo XIX en la costa occidental de Asia Menor y en Constantinopla. En Grecia surge en la década de 1920 en las grandes ciudades griegas como Atenas, Pireo y Tesalónica, que entonces tuvieron que acoger casi a un millón de refugiados griegos tras la catástrofe de Asia Menor y la expulsión de la población griega, en 1923. En esta fase temprana el rebético aparece como una música popular urbana que se asocia con la gente más pobre y los bajos fondos urbanos, ya que muchos de sus músicos y cantantes viven marginados socialmente (usuarios de drogas, delincuentes). 
Solían reunirse en secreto en los tekés, tal como se llamaban las tabernas donde tocaban y cantaban siempre con la ayuda de cierta droga, principalmente el hachís. Por eso, en aquellos años el rebético fue sinónimo de la delincuencia, pero también del anticonformismo, y por lo tanto despreciado y rechazado por la mayor parte de la sociedad y perseguido por las fuerzas del orden. 
Sus canciones desgarradoras se relacionan con sus vivencias de la droga, la cárcel y la violencia y, en general, con las contradicciones y vicisitudes de la vida transmitidas por medio de unas melodías profundamente tristes, lentas y melancólicas. 
El rebético nunca ha dejado de ser amado y cantado por los jóvenes músicos griegos y extranjeros y muy a menudo es comparado con otras músicas populares emergidas en ambientes similares de otras ciudades portuarias por su origen marginal y su temática profundamente emocionante (tango, fado, flamenco, blues). 
La historia del rebético así como las aventuras vitales y triunfos de sus cantantes rememora el cineasta griego Kostas Ferris en la homónima película (Rebético), Oso de Plata en el Festival de Berlín de 1984.

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