Cervantes escribió La gran sultana, obra de teatro que se desarrolla en Constantinopla, trasunto de Argel, donde estuvo cautivo durante cinco años y de donde fue liberado cuando, atado con «dos cadenas y un grillo», estaba a punto de zarpar rumbo a Constantinopla en una de las goletas de Azán Bajá. 
 

 

 
En esta obra, el cautivo Madrigal se despide de Constantinopla y dice: 
 
¡Adiós, Constantinopla famosísima! 
¡Pera y Permas, adiós! ¡Adiós, escala, 
Chifutí y aun Guedí! ¡Adiós, hermoso 
jardín de Visitax! ¡Adiós, gran templo 
que de Santa Sofía sois llamado, 
puesto que ya servís de gran mezquita! 
 
Constantinopla, antes Bizancio, colonia de Megara establecida en el 667 a.C., renombrada e inaugurada por el emperador Constantino en el año 330 no existe. No sólo es que la han cambiado el nombre por Estambul, (derivación de στην Πόλη), usado en Turquía de forma habitual desde hacía mucho tiempo antes de su oficialización el 28 de marzo de 1930, aunque en Occidente se le siguió llamando Constantinopla durante algún tiempo después, es que no existe. 
 
Cambiaron su nombre, pero antes la hicieron desaparecer. Comenzó su proceso de desaparición en 1190. Los reinos occidentales preparaban la Tercera Cruzada y los bizantinos opinaron que no se podía vencer a Saladino lo que les llevó a mantenerse neutrales. Posteriormente, en 1204, la Cuarta Cruzada, atraída por los tesoros de la Ciudad, la tomó al asalto y se fundó el efímero Imperio Latino. 
 
 
Cuando Constantino XI Paleólogo, último emperador, (1449-1453), recontó las fuerzas disponibles para la defensa de Constantinopla supo que la población apenas alcanzaba los 50.000 habitantes cuando en el siglo V había llegado a tener 500.000. 
 
Poco tiempo antes de ser conquistada por última vez, este mismo emperador pidió ayuda al Papa y a los reyes occidentales, que se la ofrecieron a cambio de que la Iglesia Ortodoxa renunciara a lo que en Occidente llamaban la herejía. El emperador aceptó, pero en Constantinopla muchos se rebelaron. Finalmente, nadie ayudó realmente. Venecia y Génova tuvieron por objetivo salvar su comercio, sólo algunos genoveses participaron en la defensa. El Papa envió tres barcos genoveses con armas y otro de grano enviado por Alfonso V de Aragón. 
 
«Por pecados de la Christiandad, los turcos tomaron la gran ciudad de Constantinopla.» [1] Al frente del asalto, Mehmet II, y enfrente dirigiendo a los sitiados el emperador que
 
«no queriendo presenciar el desastre de la ciudad, en otro tiempo tan poderosa, arremete furiosamente contra los enemigos, y esfuérzase por dar muerte a cuantos infieles halla al paso.» [2] 
 
El sultán había prometido a sus hombres tres días de pillaje y botín, y lo cumplió. «Horrible matanza va sembrando la desolación por todas partes. El feroz invasor no perdona al tierno infante, ni al anciano decrépito; ni cesa el alfanje de asestar tajos y de dar estocadas«. Hubo una gran matanza, se sucedieron las torturas y las violaciones, y comenzó la destrucción de la cultura bizantina. «El suntuoso templo erigido por Constantino bajo la advocación de Santa Sofía, queda en parte destruido«. Convirtieron Santa Sofía y todas las iglesias en mezquitas y arrasaron todos los símbolos del poder del Imperio Bizantino.
 
 
Hoy, Santa Sofía es un museo lleno de escritura árabe y decoración turca. Sólo quedan restos de algunos mosaicos y la arquitectura flanqueada por cuatro minaretes. El lugar donde estuvo el hipódromo es un espacio abierto que sólo conserva el obelisco en cuya base los relieves están deteriorados. La columna de Constantino por deteriorada está embutida en una funda de hierro. El acueducto de Valente está descuidado y sucio, algunos tramos han desaparecido y tiene casas apoyadas en él. Las murallas de Teodosio están mal cuidadas y gran parte de sus alrededores sucios. Los restos del foro de Teodosio están amontonados en un lado de la calle Ordu. El barrio judío, ahora llamado Balat, es un suburbio y el griego, ahora Fener, poco cuidado. Sólo se conserva la cisterna de Justiniano I porque la necesitaron para proveerse de agua y en la iglesia de San Salvador de Jora la escuela americana de arqueología está quitando las capas de yeso y pintura para descubrir los magníficos mosaicos. 
 
Las rocas Simplegades se cerraron para siempre. Si el viajero va a Estambul buscando Constantinopla llorará porque, como Pérez de Guzmán [3] escribió, 
 
La noble Constantinopla 
al imperio sublymada, 
oye dolorosa copla, 
oye rrelaçión turbada, 
oye la desconsolada, 
Jerusalem la segunda, 
de la confusa e ynmunda 
Bauilonia conquistada. 
 
Hoy Constantinopla no existe, es una idea, un recuerdo, una añoranza, un anhelo, un mito. 
 
Pedro Álvarez de Frutos 
 
[1] Díaz-Mas, P.: «El eco de la caída de Constantinopla en las literaturas hispánicas», p. 320, que cita Crónicas de los reyes de Castilla. Desde don Alfonso el Sabio, hasta los Católicos don Fernando y doña Isabel, Bibilioteca de Aurores Españolles, LXVIII, Madrid, 1953, vol. II, pp.273695, esp. 681. en Constantinopla 1453, Mitos y realidades. NUEVA ROMA 19. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 2003. Bádenas de la Peña, Pedro; Pérez Martín, Inmaculada (editores).
[2] Ibid., p. 322, que cita a Alonso de Palencia, Décadas, libro II, capítulo viii. 
[3] Ibid., p. 336, que cita a R. Fooulché-Delbosc, Cancionero Castellano del siglo XV, 2 vols., Nueva Biblioteca de autores Españoles, XIX y XX, Madrid, 1912, nº 283.  
 
 

Etiquetas: Historia