Este año se cumplen 1900 años del ascenso al trono romano del gran emperador Adriano, y el Museo de la Acrópolis ha querido aprovechar  la efeméride para ofrecer un homenaje a ese emperador helenófilo que trabajó incansablemente para difundir y propagar el helenismo por todo el mundo romano.
 
 
Clasificado tercero entre los cinco emperadores buenos, Adriano llevó a cabo una política basada en la paz y la exaltación de la cultura, por lo que su reinado ha sido identificado como un período de gran prosperidad económica y social para todo el territorio del Imperio. 
Su gran admiración por la cultura griega quedó patente en Atenas la cual reconstruyó por completo tras las invasiones del emperador Sila; dotó a la capital griega de una gran cantidad de importantes construcciones, entre las cuales destacan el Templo de Zeus Olímpico, el Acueducto, la Biblioteca y la célebre Puerta de Adriano.
 
Por la historia de esos grandes monumentos romanos de Adriano, que perviven hasta nuestros días en Atenas, nos guía el video que se presenta en el Museo de la Acrópolis todos los días (desde el 15 de enero hasta finales de marzo), con entrada gratuita para todo el mundo. Los textos ha escrito y presenta el mismo Director del Museo, el arqueólogo Dimitris Pantermalís, quien califica a Adriano de “gran admirador y benefactor de Atenas”. En el video se presenta, también, una escultura de Adriano que fue hallada, en 1933, durante los trabajos excavatorios en la céntrica avenida Singrú de Atenas. Actualmente se guarda en el Museo Arqueológico Nacional. En ella se retrata Adriano con barbas  -un tópico filosófico a la época- contemplando el cielo como si quisiera apartar la mirada de lo terrenal. Está coronado por una corona de hojas de encina que lleva el emblema del águila de Zeus y la inscripción “Adriano,salvador de los ciudadanos”.
 
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En el año 124 d. C., Adriano visitó por primera vez Grecia y participó en los Misterios de Eleusis. Según Pausanias, los griegos quisieron honrarle colocando una estatua suya en el interior del Partenón. En los años siguientes, extendió la ciudad hacia el este, creó la famosa Biblioteca, completó el Templo de Zeus Olímpico y construyó la Puerta que lleva su nombre. Una gran obra de gran beneficio para los atenienses hasta principios del siglo XX fue el Acueducto. Además, abrió el camino entre Mégara y Corinto y realizó varias visitas al Peloponeso, la ciudad de Olimpia, Delfos y muchas más regiones griegas. En el año 131 d. C. invitó a las ciudades griegas a una conferencia panhelénica permanente con el propósito de reavivar el espíritu de la Grecia clásica. Por esta razón fue adorado casi como un dios panheleno.
 
Puerta de Adriano: Fue construida a mitad del camino entre la Acrópolis y el Templo de Zeus Olímpico para marcar los límites entre la Atenas antigua (la de Teseo) y la nueva (la de Adriano) que se extendía por debajo del actual Palacio de Zappeion y el Jardín Nacional. En esa nueva parte de Atenas fueron halladas villas lujosas, baños públicos y un gimnasio.
 
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Templo de Zeus Olímpico: Fue inaugurado por el mismo Adriano en medio de una solemne ceremonia; se trata de un templo gigantesco de ritmo corintio, ubicado frente a la Acrópolis, que dublica el tamaño del Partenón y en cuyo interior fue erigida la estatua de marfil y oro de Zeus. El templo había empezado a construirse en el VI siglo a. C. y fue completado gracias a la generosa financiación de Adriano.
 
Biblioteca de Adriano: En el corazón de Atenas, entre la Acrópolis y el Ágora, Adriano construyó el famoso complejo de la Biblioteca en una extensión de 10.000 metros cuadrados. Disponía, a parte de las tres plantas en las que se encontraban depositados los libros, de salas de lectura, espacios de enseñanza, galerías para paseos filosóficos y amplios jardines con un pequeño lago. El propósito de Adriano era crear un espacio de estudios universitarios digno de la fama de la antigua Atenas.
 
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El Acueducto de Adriano. Adriano solucionó el problema de suministro de agua de la nueva Atenas construyendo un acueducto de 18 kilómetros de largo que transpostaba las aguas de las fuentes de la montaña de Parnitha (Parnés) a la colina de Licabeto; ahí se construyó un depósito de 500 metros cúbicos de capacidad cuya fachada fue decorada con cuatro columnas de orden jónico. La inscripción recordatoria trazada en la fachada se guarda actualmente en el Jardín Nacional.
 
 
 
 
 

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